<%@LANGUAGE="JAVASCRIPT" CODEPAGE="1252"%> Cecilia Gros
BUENOS AIRES

CECILIA GROS
Compositora







MÚSICA ECLÉCTICA EN UNA CIUDAD HÍBRIDA


Intercambio epistolar con
Martín Felipe Yriart

"Me llamo Cecilia Gros y soy compositora de música clásica. He terminado, recientemente, una obra que se titula Instrucciones, basada en cinco de las Instrucciones del escritor Julio Cortázar (Historias de cronopios y de famas). Esta obra es un proyecto de teatro musical. Otras obras mías, inspiradas también en lo literario, ambas basadas en cuentos de Jorge Luis Borges, son Cartas (en El libro de arena) y Las ruinas circulares (en el cuento del mismo título, y estrenada en la Fundación Jorge Luis Borges)."

Con estas pocas frases se presentaba a sí misma, por carta, hace poco tiempo, Cecilia Gros ante una institución donde presumía (correctamente) que no la conocían, pero de la que esperaba (correctamente, también) apoyo para su obra. El estilo lacónico y concreto de su carta no sorprende, cuando se escucha su música, incluida en esta página de Heterogénesis/Ciudades. Cecilia Gros se muestra en ella tan económica de notas como de palabras en el texto de más arriba.

Un tiempo después, Cecilia Gros respondió a un cuestionario de HTGS/C cuya intención era obtener datos para escribir un perfil biográfico suyo. La respuesta al cuestionario fue una sorpresa que, retrospectivamente no debió serlo. Se le había pedido que fuera espontánea e informal. Cuando a un artista se le pide que sea espontáneo, compone una obra de arte. Cuando se le pide que sea informal, se expresa sin inhibiciones acerca de aquello que representa su ser más profundo.

En su respuesta a las preguntas de HTGS/C, Cecilia Gros habló de sus experiencias de vida como artista, pero al mismo tiempo, de muchos otros asuntos. Aunque tal vez involuntariamente, al esbozar una autobiografía, hizo con ella un retrato de la Argentina moderna: un país, vasto, diverso, con un polo magnético en la ciudad de Buenos Aires, que atrae a gente de todo el resto de su territorio, y aún de los países fronterizos, y eventualmente la vuelve a enviar al interior aunque, de alguna manera, cambiada.

Cecilia Gros se describe a sí misma como una artista ecléctica (esta es una marca general del arte contemporáneo) y se identifica con Buenos Aires, aunque los primeros años de su vida transcurrieron en un territorio de frontera que, en la perspectiva deformante de los mapas, parece más cercano a la Antártida que a una megaciudad posmoderna como Buenos Aires, una ciudad híbrida, que fusiona aportes de todo el territorio argentino, de sus países vecinos, y de otros mucho más distantes en el mapa.

El texto autobiográfico que sigue es virtualmente el mismo que redactó la autora, con sólo los retoques necesarios para omitir las preguntas que se le habían hecho y que no harían ahora más que entorpecer la lectura de lo verdaderamente sustancial.
Ahora es el momento de dejar que Cecilia Gros se explique con sus propias palabras y su propia música: “Me llamo Cecilia Gros y soy compositora de música clásica...”

DÓNDE Y CUÁNDO NACÍ Y CRECÍ

Nací en Buenos Aires, la capital de la República Argentina, el 30 de mayo de 1963. Pero nací por casualidad allí: mis padres vivían en Río Turbio, pueblito minero de la provincia de Santa Cruz, en el extremo sur de la Patagonia. Mi madre vino a Buenos Aires porque le habían diagnosticado un problema en la sangre que podía ser peligroso para el parto. Yo me siento porteña y provinciana a la vez.

Cuando tenía 16 años nos vinimos a Buenos Aires, ahora por un problema de salud de mi padre. Nos radicamos en la Capital, mis padres y yo; mis hermanas, que ya eran mayores, se quedaron en el Sur.

A la distancia veo lo importante que fue para mí venir a vivir a la Capital. En su momento fue un cambio muy grande para mi vida de adolescente. Si bien ya estudiaba música en el Conservatorio Provincial de Río Gallegos (también en Santa Cruz; nos fuimos a vivir allí cuando yo tenía 6 años), al terminar la escuela secundaria ingresé en el Conservatorio Nacional. La posibilidad de asistir a conciertos y los estímulos culturales que me aportaba Buenos Aires fueron maravillosos.

Si bien Buenos Aires ha sido un estímulo tan importante en mi vida, no creo mucho en la inspiración; creo en el trabajo: las ideas aparecen si hay trabajo, investigación, análisis de un proyecto que quieras llevar. Así parto en cada obra; investigo, analizo partituras, leo textos musicales o no, escucho música.

Pienso que en mi música han influido muchos elementos; a lo mejor incluso el paisaje sureño, ese paisaje austero, esa nada que se siente, a veces contemplándolo. Quizás también ha influido mi amor desde pequeña por Juan Sebastián Bach. Es un compositor que me llega al alma.

También, de otra manera, influyó mi padre. Era una persona muy curiosa en cuanto a la cultura; pintaba, actuaba, filmaba en Super 8. Pero no tengo antecedentes de músicos en mi familia: creo que esta curiosidad de mi padre me estimuló mucho.

CÓMO ME FORMÉ: INFLUENCIAS Y MAESTROS

A los 8 años empecé a estudiar piano en el Conservatorio. Fue un estímulo muy importante: cantaba en el coro, me divertía muchísimo; mi vida de relación, sobre todo, era la del conservatorio de Río Gallegos. Éramos muy felices en las clases.

Recuerdo cuánto disfrutaba cuando llegaban músicos de Buenos Aires. En una oportunidad llegó el conjunto vocal Opus 4. Fue para mí una revelación; esas voces, ese diálogo. Creo que esa experiencia, sumada a otros motivos, hicieron que mucho después estudiara la carrera de dirección coral. Hoy pienso cuan importante es para quienes viven en el interior cuando llegan artistas de la Capital; el estímulo que eso significa, sobre todo para un niño.

En cuanto a maestros, creo que haber estudiado Bach fue muy significativo. Más tarde, cuando preparaba el examen de piano, recuerdo con mucho placer una obra del compositor argentino Ernesto Drangosh, Mariposas. Tenía un toque especial de dedos y era sumamente expresiva.

Desde entonces los músicos que contribuyeron a formar mi personalidad artística, y continúan contribuyendo a formarla, son muchos: Ginastera, Guastavino, “el Cuchi “Leguizamón, Saluzzi, Piazzolla, Messiaen, Santero, Gandini, Valverde, Shoenberg, Bartok y muchos más… Como se ve, mezclo estilos, lenguajes; eso es lo que me gusta.

Tengo de “amigos musicales”, si bien nunca los conocí personalmente, a Berio, Scelci, Mario Lavista, Feldman, Steve Reich. A quienes sí conocí y me interesa mucho lo que hacen son, por decir algunos: Gerardo Gandini, Santiago Santero, Marcelo Toledo, Julio Estrada, Gabriel Valverde, Manolo Juarez, Dino Saluzzi.

MI EVOLUCIÓN MUSICAL: MIS EXPERIENCIAS

Hoy, dentro de mi formación musical, lo que me hace más feliz es la composición. Por supuesto que hay momentos de mucha incertidumbre, pero cuando las ideas van encontrando su camino, allí aparece el placer.

Creo que, más que etapas, mis obras muestran momentos con diferentes intereses musicales. Para mí es fundamental la “idea”; que puede ser algo que vi, algo que leí.

Lo literario está muy presente en mi obra. Recuerdo cuando leí Las ruinas circulares, de Borges: en ese momento sentí intensamente algo muy bello. Pasó mucho tiempo antes de que escribiera la composición para marimba y violoncello que lleva el mismo nombre. (Más sobre ella, más abajo.)

Con el cuento El libro de arena, también de Borges, surgió mi obra Cartas.
Cada composición mía, en su momento, fue un proyecto que me ilusionó y por eso la escribí. Por eso mismo, me desilusiona cuando no puedo concretar la realización de la obra frente al público.

He compuesto La i, una pieza para coro a ocho voces mixtas. Musicalmente hablando, su lenguaje es complejo; por ese motivo la debería cantar un coro dedicado a la música contemporánea, o muy profesional. Me fue imposible hallarlo. Así que la obra está inconclusa. Necesito que se interprete, y grabarla para que quede un registro; una vez logrado que se ejecute en público vaya a saber cuando la vuelva a escuchar.

Actualmente tengo una gran desilusión por no poder concretar la interpretación de Instrucciones; es una obra pensada para teatro musical pero también se puede ejecutar en versión de concierto. Está basada en cinco de las Instrucciones del escritor Julio Cortázar (Historias de cronopios y de famas). Es una obra que me llevó cerca de dos años de trabajo y deseo fervientemente que se lleve a cabo.

Mis procesos creativos se acomodan a los tiempos que deja el trabajo de docente; vivo de la docencia musical, lo cual me quita bastante energía física y mental; no es una queja pero es una realidad. Mi carrera de compositora es difícil; pero seguiré resistiendo con proyectos que me ilusionen. Mi sueño es siempre poder escuchar mis obras, y en este momento, que alguna vez pueda escuchar Instrucciones; mientras tanto sigo escribiendo y investigando.

MI ESTÉTICA MUSICAL

Si consideramos la música atonal, aquella que no se basa en las relaciones armónicas y melódicas que giran alrededor de un centro tonal, entonces puedo decir que muchas veces sucede esto en mis obras y otras no.

Me interesa también la música dodecafónica, basada en series de doce sonidos; que no tiene porqué ser necesariamente atonal.
En cuanto al minimalismo a veces se encuentra en algunas de mis obras; por ejemplo la Carta 3, para piano; me siento cercana a ese movimiento en cuanto a la búsqueda de la sencillez, la repetición, donde los elementos musicales son limitados de manera intencional.

Tomo de diferentes lenguajes lo que me atrae en el momento, lo que deseo decir. Realmente ahora que lo pienso, sí me siento identificada con un lenguaje ecléctico. Será por esas influencias antes mencionadas: soy curiosa musicalmente; me interesan músicas diferentes.

MIS GÉNEROS E INSTRUMENTOS PREFERIDOS

La música de cámara me encanta; se puede hacer un trabajo sutil con el músico. Además, ese trabajo “de taller” se puede hacer con el intérprete. Muchas veces se logra el intercambio. Me interesan muchísimo las ideas que aporta el músico, los cambios que se originan en la obra, todo esto.

Por supuesto no siempre es así; a veces escribimos la obra y nunca llegamos a hablar con el intérprete hasta el primer ensayo. No es lo que me gusta; me interesa “la cocina” de la composición junto al intérprete.

Durante un tiempo fui a presenciar ensayos de orquestas sinfónicas; me daba mucho placer ver “el antes” del concierto; el trabajo del día a día. Aprovechaba para realizar consultas a los músicos; me daba enorme felicidad eso.

He escrito obras orquestales: he compuesto una llamada Caleidoscopio, para orquesta sinfónica, pensada con imágenes digitales proyectadas con cañón, que ha realizado el artista plástico Víctor Martínez. Otra es Viaje a la semilla, para orquesta de cuerdas; y también he escrito para banda sinfónica la ‘Primera Carta’, de mi obra Cartas.

Todas son inéditas. No es fácil, en Argentina, estrenar música contemporánea; y menos obras orquestales. Una vez le hicieron un reportaje en un diario al compositor argentino Martín Bauer. Dijo que, para estrenar en la Argentina, un músico contemporáneo tiene que tener suerte... o contactos. Está todo claro.

La elección de los instrumentos o voces, o de ambos, en una obra es un tema crucial. Muchas veces, en el transcurso del proyecto, la obra misma va pidiendo ciertas sonoridades. Otras, el compositor ya sabe en el inicio qué instrumentos participarán.
En cuanto a ciertas combinaciones, la de la marimba y violoncello se dio por una circunstancia accidental; una marimbista conocida me pidió que le escribiera algo. Eso me alegró muchísimo. Pocas veces sucede. Entonces decidí la combinación con el violoncello, porque conozco un intérprete de este instrumento y me encanta trabajar con él; ya había tocado otras obras mías. Así resultó Las ruinas circulares, para marimba y violoncello, que además está dedicada a estos intérpretes; la marimbista Lea Prime y el violoncellista Pablo Parera.

Haber estudiado piano, y el que se escriba y se escribió tanto para este instrumento, hicieron que dudara siempre en abordar la escritura para él.

Con Cartas, me pasó algo diferente: estaba escribiendo una obra para marimba y tuba y fue mi maestro, Santiago Santero, quien me dijo que podía sonar muy bien en piano; así que me puse manos a la obra y dejé la marimba y la tuba. Es así que todavía que no la he terminado de escribir para esa combinación.

Cartas fue estrenada por un pianista excelente, Claudio Pascua. Con él se produjo eso que antes mencioné, el trabajo “de taller”: fuimos probando varios pianos y finalmente ensayamos en el que se iba a realizar el concierto. Esto es muy importante ya que en la obra hay unos interludios que se tocan en el encordado del piano, o sea, en el arpa; y cada piano posee un encordado diferente.
He pasado por distintas etapas en cuanto a instrumentos predilectos; pero es cierto que me encantan el clarinete, el violoncello, el contrabajo; y ahora estoy escuchando mucho el bandoneón. Pero puedo decir que me gustan todos los instrumentos y voces.
En cuanto a voces, tengo predilección por los registros graves. La música vocal me interesa muchísimo. He escrito una sonata para voz (mezzosoprano o barítono) y violoncello, sobre texto de Li Po, la cual se ha tocado, y por suerte tengo grabación de ella. Fue hermoso el estreno, porque se tocó en el auditorio de Radio Clásica Nacional, lo que fue para mí una emoción muy grande, por la historia del lugar.

He escrito para canto y piano, y también obras corales; acabo de terminar una obra coral Los años corren rápidos… sobre un texto del poeta chino Tao Ch’ien (221-264); me interesa la poesía china; he compuesto varias obras sobre textos de poetas chinos, traducidos al castellano. También he escrito Carta de R., para voz y diversos instrumentos; sobre textos de Rainer María Rilke.

MÚSICA, LITERATURA, POESÍA

Siempre que tomo un texto, es porque me llegó muy profundamente; a partir de ahí, camino. Esto me pasó con Instrucciones; estaba cursando un Máster en Cultura Argentina, y fue ahí donde leí las Instrucciones de Julio Cortázar; pasó mucho tiempo para que trabajara con esos textos que me fascinaron, me divirtieron. Instrucciones fue un proyecto que me llevó dos años. En esta obra hay voces: cuatro cantantes femeninas, un relator, cuatro clarinetes, arpa, marimba, vibráfono y percusión.
El proceso de trabajar un texto literario en música es siempre diferente. A mí me apasiona: a veces el título es un detonante de ideas musicales. Otras veces, el centro de atención es el texto en sí: en Las ruinas circulares, hay un intervalo (distancia que hay entre dos sonidos) de cuarta, que es recurrente; representa “el hombre soñado”; ese intervalo es trabajado en la obra musical con diversos recursos. Me sucedió en esta obra que la sensación onírica no fue buscada; sin embargo varias personas me han dicho que esta sensación estaba allí.

He escrito otra obra para tenor y piano llamada Hilos…, sobre el mismo texto poético de Li Po de la sonata para voz y violoncello. El trabajo musical, sin embargo, fue muy diferente, y el resultado sonoro también. Primero escribí la sonata y mucho después Hilos…; es un texto que amo profundamente; por eso mi deseo de volver sobre él.

La i, una obra coral a ocho voces mixtas a capella, está basada en un texto de Geoffroy Tory, tipógrafo de 1520, que decía sobre la letra i que era una “cadena de oro colgando del cielo hasta alcanzar nuestros pies”. Me pareció bellísimo y a partir de ahí fue la construcción de la obra musical, con una idea melódica descendente y la disposición espacial del coro en “fila india”.
Otras veces leo sobre el autor del o de los textos que deseo emplear. En Carta de R. seleccioné textos de varios libros de Rilke. A partir de allí tuve la necesidad de informarme sobre su vida y obra. Leí Carta a un joven poeta, que me atrapó y me ayudó mucho en la construcción de la obra y en el deleite en la lectura.

Cartas, para piano, realmente podría seguir extendiéndose, pero por un orden práctico necesitaba un final relativo.
En el caso de Viaje a la semilla, me atrapó el texto: la idea de retroceso en el tiempo y que el personaje llega a ser la nada. A partir de allí, trabajé musicalmente con cinco sonidos, presentados en el sentido inverso en el inicio. La obra consta de cinco partes, dadas por la evolución del cuento. Cinco episodios representan las distintas etapas en la vida de una persona: 1º Episodio: viejo; 2º Episodio: adulto; 3º y 4º Episodios: joven y niño; y 5º Episodio: bebé.

Leí Concierto barroco, del autor cubano Alejo Carpentier; después ví la película. Me pareció tan interesante el armado del texto, su calidad, su visión de América.

La poesía o los textos en general tienen para mí mucho peso; si me atrapan, me producen una necesidad de transformarlos en algo musical.

Me gusta pensar en teatro musical; aunque no digo ópera, en mi caso. A Instrucciones, sobre textos de Cortázar, la encuadro en teatro musical; aunque también la pensé en versión concierto, sin necesidad de una escenografía, actores, regie y demás.

MÚSICA CLÁSICA, MÚSICA POPULAR

La música latinoamericana autóctona me interesa. No sé si de manera directa en mi música; pero sí que la disfruto, la escucho.
Me encantaría que un divulgador de la música como Miguel Grimberg, a quién admiro y he escuchado con placer sus programas de radio, pasara mis obras en sus programas. Muchas veces los géneros “clásico”, “popular” sirven para encasillarlo a un músico, con sus influencias y demás referencias.

Yo admiro profundamente a Ástor Piazzolla. Él renovó el tango y amplió el camino de la música ciudadana. Fue muy inspirador para ese “tanguito” que yo compuse y lleva el título de Perdoname Pantaleón, en homenaje a él: su segundo nombre es Pantaleón.
Dino Saluzzi, a quién tanto admiro, viene de la línea del folklore argentino; sin embargo su música es muy personal; ya no es tango y sí lo es; también tiene influencias del jazz y de otras músicas.

Nombro a estos dos músicos para señalar que los admiro profundamente por su música, pero también porque fueron más allá de ciertas categorías; nos ampliaron a todos el mundo sonoro.

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