¡OJO CON EL ARTE! - DEBATE


Filosofias o lo convencional goza de crítica sin sentido...


Alfredo Castro





La estética romántica, como se sabe, proviene del siglo XIX, cuando el paradigma de la sociedad campesina empezó a resquebrajarse para dar paso a la sociedad industial. La sociedad actual ‹la sociedad industrializada‹ está cambiando hacia otro tipo de sociedad que no sabemos con exactitud qué significa. Lo que de todos modos sabemos es que nuestra sociedad cambia a ritmo acelerado y busca ampliar el conocimiento y la comunicación en mayor medida que antes.

En un mundo cada vez más globalizado, con amplias posibilidades de comunicación en todo el mundo y de allí con una mayor exigencia de una práctica receptora y de conocimiento, es cada vez más difícil que la estética romántica se haga valer ya que ésta es elitista y nacionalista (conocemos el concepto romanticismo nacionalista), anti tecnológica, anti intelectual y extremadamente individualista. El artista romántico Eugene Delacroix fue el primer artista que conocemos que miraba en menos al público y prefirió la emoción antes que el pensamiento y mostró desprecio por la nuevas tecnologías de su tiempo, es decir la fotografía (piénsese en artistas como Courbet y Millet como polos opuestos).

La estética romántica tiene sus mayores representantes en Edward Young, Johan Gottfried Heder y Schelling. Y experimentamos al mismo tiempo que su existencia viene a ser cada vez más impensable en la nueva y evidentemente creciente sociedad-C (sociedad del conocimiento y la comunicación). Un mundo que se construye de una comunicación amplia no puede ser anti tecnológico, enemigo del conocimiento y extremadamente elitista sino debe ser anti autoritario, adaptado hacia el receptor y enfatizado en el conocimiento. La interpretación romántica del concepto originalidad resume lo dicho anteriormente y entiende la obra de arte como completamente «pura» y creación nueva de un genio completamente aislado que se libera de la tradición, de la necesidad de otras personas y miradas intelecutales.

Una de las viejas definiciones más conocidas pertenece al poeta Edward Young: ³An Original may be said to be of a vegetable nature: it rises spontaneously from the vital noot of Genius; it grows, it is not made» (Conjetures on Original Composition. 1759). El genio como una planta, un arbusto como cuando sí mismo, sin otras intromisiones, según Young.

El romanticismo indica sin embargo que el arte sin excepción es un producto del Genio y nada más. Lo que olvidaron Young y los románticos es que el genio es solo y sin embargo no lo es. El genio es producto de procesos intelectuales «inpuros»; expresado en forma simple: un producto de relaciones entre distintos individuos y estructuras en el tiempo y el espacio. La imagen de un explosivo e irracional genio que mezcla colores con ayuda de los vapores del alcohol y luego crea la OBRA MAESTRA es extraña para una parte importante de las personas hoy en día. Los gestos románticos de genio son vistos como conductas atemporales patéticas y patológicas. Además, el arte contemporáneo, para decirlo en palabras de Walter Benjamin: «sacrifica toda intimidad para liberar el detalle signficativo».

Los románticos también defendían una especie de estado creador anti-intelectual, con sus priorizaciones histéricas de los sentidos ante el intelecto, un hecho bien conocido. Que los intelectuales de nuestro tiempo aún adolezcan de una anorexia intelectual es un hecho del cual estamos dolorosamente conscientes. Como ejemplo de una posición anti-intelectual y romántica cabe citar al profesor de historia del arte Roland Spolander, quien en una crítica a un libro escribe: «El artista Dan Wolgers va directo a la fuente en su «intento de arte». Se entrevista a sí mismo y empieza con la pregunta ¿porqué el arte es tan difícil de entender? Su receta es no tratar de entender y en ese estado abrir nuevas posibilidades. En ese momento surge la persona como creadora e interrogante, sencillamente viva. Y ese estado vital es preferible al estado de muerto» (Västerbottens Kuriren/Diario de la zona norte de Suecia. 26.11.1998:5). Si el profesor fuera consciente de su romántico anti-intelectualismo y al mismo tiempo fuera un poco concecuente debería pensar seriamente en su propia actividad científica pues la ciencia se trata de tratar de entender lo que experimentamos en la mundo o en el mundo del arte y es por eso que la ciencia existe. La posición dicotómica entre sentimiento e intelcto, como expresa el profesor Spolander es una expresión demasiado anacrónica y patética para ser tomada en serio. Sobre cuestiones de este tipo escribe el filósofo Nelsson Doodman: «La idea de que el arte sólo tiene que ver con emociones y la ciencia sólo con la racionalidad ha dañado tanto al arte como a la ciencia» (Goodman N.: Languages of Arte. London 1968).

En este contexto no se puede evitar citar a una de las personalidades más prominentes en MIT, el profesor Marvin Minsky que escribe: «[para que los computadores] puedan realmente componer buena música o dibujar una imagen rica en significaciones se tiene que exigir naturalmente un modelo semántico mejor en esa área. Que éstos no estén disponibles no depende tanto de la situación actual en el desarrollo de programas heurísticos (de computador) como del triste estado tradicional en la crítica analítica en las artes ‹una consecuencia natural del hecho de que la mayoría de los analíticos estéticos se indignan cuando se insinúa que podría ser posible entender lo que ellos tratan de entender».

Otro genio romántico contemporáneo es el miembro de la academia de la lengua sueca y crítico literario Horace Engdhal, quien escribe en DN (Dagens Nyheter, el diario de covetura nacional más impor-tante de Suecia) en defensa del arte elitista: «Hoy en día no miramos a Meissonier y otras atracciones de público sino a Manet, que originalmente se entendió pertenecía a un círculo exclusivo. Es evidente que las obras de arte a las cuales mostramos respeto nunca han tenido su influencia más fuerte en la época en que fueron creadas. No recuerdo ni una sola excepción significativa a esta regla.» Yo puedo recordar varias excepciones a partir de la regla mecánica y estática de Engdhal. Varias obras de Picasso, Warhol, Miles, Davis y otros han encontrado gran respeto en su propia época. Pero lo más importante en este contexto es que la posición y defensa del elitismo de Engdhal es demasiado estática, en el sentido de mecánica. No hay garantías de que lo que hoy es apreciado vaya a ser apreciado en un período futuro o al revés. El control del movimiento crece o cae y tiene poder sobre el mundo del arte durante un determinado tiempo y las acciones de artistas más o menos conocidos de entonces súbitamente suben o caen. La historia está llena de ejemplos como este. Artistas destacados como Picasso o Kandinsky son apreciados hoy día más que nada por señoras setentonas, mientras que antes pertenecieron a la vanguardia. Así es la dialéctica. Lo único estático que conocemos es, paradojalmente, el movimiento.


*Alfredo Castro es artista y candidato a doctor en la Universidad de Umeå, Suecia


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