Maria Miesenberger - Uncut
2 mars - 7 april 2002 -
Lunds Konsthall

Avestruz humano, 2001- Bronce galvanizado

por Miguel Gabard*

 

No siempre es necesario ver un rostro para entender el mensaje que su cuerpo emite, como tampoco es necesario ver más que una sombra o una silueta para comprender la situación a la que el cuerpo y su ser están expuestos. Esto parece ser un pequeño legado que Maria Miesenberger nos quiere dejar en esta exposición de rostros invisibles.

 

 

Tanto en sus objetos como en sus imágenes, la artista nos expone, como público, a la meditación en torno al abandono, la soledad, la identidad, la ausencia, la presencia, el estar sin ser visto, el no querer ser visto, el recuerdo, el sexo y también sobre lo expuesto de nues-tras vidas y el deseo de no participar.

Nos recibe con un Avestruz Humano , un signo que aquí tiene doble fuerza ya que conocemos el significado del gesto del avestruz y su representatividad en la simbología de la cultura occidental, y ahora su cuerpo se hace humano. No queremos ver y tampoco queremos ser vistos.

La importancia del desarrollo del lenguaje en la interacción entre la artista y sus interlocutores imaginarios y reales, se deja ver claramente en El Bordado, en el cual el rostro de la niña se puede distinguir sin dificultad a diferencia del pixelado rostro de su madre, casi irreconocible tanto para ella como para los espectadores.

Es también el lenguaje de las imágenes representativas de los distintos estados de ánimo por los que atravesamos en diversas ocasiones, el que vemos reflejado en los cerebros/objetos (Brains) que giran sobre sí mismos. Basta sólo el contacto visual con cada cerebro, con cada material con el que están construidos, para sentir el relato de las distintas sensaciones.

La presencia marginada de figuras oscurecidas en medio de situaciones sociales de diversa índole y tomadas de fotografías del álbum familiar (Sverige/Schweden), nos da la pauta de lo que es estar en zonas indefinidas o sencillamente desarrai-gadas. La elección entre el madurar y el permanecer niño, entre el estar y el ausentarse, entre el enraizamiento y el desarraigo, entre la aceptación y el rechazo, se hace evidente ante los ojos del espectador.

Las imágenes de Maria Miesenberger exigen tranquilidad, tiempo y coraje de parte de sus visitantes y observadores, para poder ser comprendidas desde las perspectivas de rana, de ser humano y de pájaro. Todos estamos y no y la belleza existe en la medida en que queremos verla.


 


 

Bordado,
técnica mixta
64 x 58 cm.

 

Shiny Tail Brain 2001, técnica mixta 38 x 19 x 22 cm.
Moroccan Brain 2001, técnica mixta, 12 x 15 x 19 cm.
Virgin Shaky Brain 2001, técnica mixta, 15 x 22 x 25 cm.

 

 

* Miguel Gabard es trabajador de la cultura y escritor.

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