Heterogénesis - Revista de Artes Visuales - Enero 2003


Exposición de
Angélica Castillo (objetos)
Luvin Morales (fotografías)

Performance de
Argelia Castillo
Raúl García Castillo
Angélica Castillo
Luvin Morales


Galería La Otra Banda, Mérida, Venezuela
13 al 22 de enero 2003
Rocco Mangieri - Universidad de los Andes, Venezuela
 

 

El cuerpo, como imagen corporal o como concepto o idea está de hecho implícito o deliberadamente explícito en casi todo nuestro hacer y nuestro decir. Las imágenes y los objetos de arte nos lo han hecho ver desde los primigenios grafismos y símbolos hasta las más recientes experimentaciones del body-art y del arte accional contemporáneo. Pero no es sino hasta en tiempos más recientes cuando de una manera más o menos intencional y programática, a la par o en contra de la mirada anatómico-científica y racional de la medicina y la psicología del siglo XX, los artistas se proponen explorar desde otras perspectivas el ser y la naturaleza de esto que llamamos cuerpo, soma, materia viviente, res extensa. Si el primer racionalismo extremo proporcionaba el esquema de una mente separada o independiente de un cuerpo, será precisamente el arte en sus varias modalidades (literatura, pintura, cine, danza, escultura, arquitectura) quien tomará a su cargo la tarea de resignificar el espacio y la dimensión semántica del cuerpo en el interior de cada cultura o tendencia. El tema del cuerpo como centro o de la percepción, del saber y de la interpretación del mundo, es y ha sido un tema casi permanente: no hay que olvidar, por ejemplo, la fuerte presencia y resonancia sígnica del cuerpo como doble y como réplica a partir del pop norteamericano y las experiencias a nivel del hiperrealismo. Así como también la casi indispensable representación de la corporalidad en las propuestas más significativas del video-art a partir de los años sesenta hasta hoy. En las Bienales de arte organizadas en Venezuela, a partir de finales de los sesenta, podemos encontrar todo un vasto repertorio de obras y experiencias dedicadas al cuerpo como tema y como espacio teórico de reflexión plástica.

En esta oportunidad confluyen en la galería La Otra banda dos propuestas que, si bien se articulan finalmente en una experiencia de síntesis (un performance con algunos rasgos ritualizados), mantienen una autonomía como discurso alrededor del cuerpo. La puesta en escena espaciotemporal es altamente interesante porque, en el fondo, se propone para el mismo espectador-lector un trabajo libre y desinteresado de “costura” y de interpretación partiendo de dos textos visuales que, en principio, parecen no tener muchos puntos de contacto. Esta no coincidencia es sólo aparente y superficial pues en seguida el lector puede establecer relaciones entre las piezas o trajes-escultura de Angélica Castillo que ocupan intencionalmente el centro de organización del espacio, y las series de objetos-fotografías y escrituras de Luvin Morales que se disponen cubriendo las paredes a modo de contenedor y de página al mismo tiempo. El espectador entra en un escaparate altar o vitrina de moda en la cual las superficies o espejos son trabajadas como textos y superficies de escritura.

Lo que los autores han denominado como el cuerpo como lugar del artificio se conjuga con los altares y vitrinas del deseo. Un eje virtual que une ambas ideas pasa , por el centro, a través del gran origami o traje de pliegues, objeto-centro de la muestra. Los títulos de las piezas nunca dejan de ser significativos: “reverso de mi cuerpo”, “molde 1”, “molde 2”, “la muerte de Ofelia”.

Las fotografías trabajadas e intervenidas de Morales interactúan con escrituras y grafías a veces ilegibles o automáticas. Las imágenes fotográficas a color, referidas al pop-art, y un poema de Gibran Jalil Gibran sobre la forma se enfrentan espacialmente a un altar de objetos y sustancias para acicalar el cuerpo. Una serie que evoca la prohibición de los mandamientos judeocristianos: “observando”, “caminando”, “pensando” se opone a otra serie de fotografías graficadas y coloreadas donde el tema es el cuerpo por partes o piezas y atado, el cuerpo tatuado y de algún modo el cuerpo de la muerte. Juegos de sombras y anamorfosis que desplaza el punto de vista habitual desde el cual se tiende a observar la representación del cuerpo humano a través de las imágenes.

Desde el discurso del traje-objeto y del traje-escultura, el espectador-lector debe pasar consecutivamente a los montajes y de-collages fotográficos en un juego que parece fundarse en una imagen y concepto del cuerpo que configura una estructura de sentido cuyos bordes no son radicalmente opuestos: En los objetos de A. Castillo un sentido del cuerpo que se transforma, se pliega, se vuelve semitransparente o señala su negativo y molde como un vacío necesario. Un cuerpo del arte y un cuerpo biográfico que hablan de una conjunción posible sobre el eje de lo simbólico y de lo imaginario. Un cuerpo-signo donde por otra parte, la selección y trabajo sobre el material reviste una importancia fundamental.

En las fotografías-objeto de Morales un cuerpo que tiende más a la idea de la fragmentación del cuerpo ( lo que filósofos como Deleuze y Guattari denominaron como máquinas deseantes ) y que quizás por ello muestra rasgos plásticos de distorsión y cierta anamorfosis, de ilegibilidad y de superposición deliberada de elementos a la manera del collage. Pero no nos remite al collage de la “buena forma” de los cubistas o de cierto expresionismo sino más bien al bad art y la bad painting de los años setenta y ochenta. En las series de Morales hay signos o figuras que remiten al acto de una costura casi imposible, de la yuxtaposición imaginaria de zonas del cuerpo.

Estas dos series de imágenes-objetos , la una más metafórica y la otra más metonímica proponen la posibilidad de una interacción y de un diálogo solamente a través de la lectura del espectador. ¿Hay una continuidad posible entre el cuerpo fragmentado y erosionado al límite por la idea del los rituales de la muerte, y el cuerpo como unicidad que muestra la versatilidad de sus pliegues y sus transformaciones, en un ir y venir entre lo lleno y lo vacío, entre la opacidad y la transparencia?

En efecto a los fragmentos escriturales de un cuerpo mutilado donde se asoma lo abyecto y el temor a la desaparición y la exclusión corporal (L. Morales), se oponen las metáforas del calco del molde y del pliegue (A. Castillo) , pues los trajes esculturas remiten de algún modo a una matriz y a un proceso de conexión orgánica con un cuerpo único del cual proceden las reproducciones . A la cultura de la herida y el cuerpo por partes se opone e integra el cuerpo lúdico del deseo y la transformación.

Quizás una vía de respuesta para la interpretación conjunta sea ese gesto y ese performance ubicado en el cruce y “final” de la propuesta de ambos artistas. Una posibilidad viva y en el tiempo mismo de la recepción, tiempo de la obra que se confunde con el tiempo real de nuestra percepción. Un Aquí y un ahora donde el cuerpo se cubre y se transforma en superficie de escritura, memoria y acto, caducidad y muerte como reverso de la vida. Deseo de unicidad y completud que puede atravesar sin embargo los signos del fragmento y remitirnos a una totalidad abierta donde adquiere sentido una experiencia estética del cuerpo.

 


Angélica Castillo: Molde 1. Papier maché 2003

 

 

 

 


Luvin Morales: Serie "Pare espalda".
Diapositivado alto contraste. 2003

 

 

 

 


Luvin Morales: Serie “Sólo cabezas”.
Diapositivado digital. 2003

 

 

 

 


Luvin Morales: Serie “Pare cara”.
Diapositivado alto contraste. 2003

 

 

 

 


Luvin Morales: Serie “Auto formas”.
Diapositivado 2003

 

 

 

 


Performance

 

 

 

 

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