PROYECTO ARTÍSTICO
INTERNACIONAL

EDICIÓN 2008


EL LAGO DE CHAPULTEPEC
La tradición en la sangre verde

(ensayo completo)


* LUIS SANTA CRUZ *

2. LOS ÓRGANOS QUE CONFORMAN EL CUERPO DE CHAPULTEPEC

El Bosque de Chapultepec destaca por la cantidad de espacios histórico-culturales con que cuenta; sobretodo en la Primera Sección Por ello es que haremos un recorrido histórico por los monumentos y eventos más importantes que ha vivido el centro y que están depositados en sus diferentes museos o en las manifestaciones arquitectónicas que contiene, además de establecer una relación con su participación en el proyecto de remodelación.

2.1 EL CERRO DEL CHAPULÍN Y LOS MEXICANOS A TRAVÉS DE LA HISTORIA

La presencia de humana en este centro, considerado uno de los más ricos en recursos naturales dentro de la Cuenca del Valle de México, data de más de mil años antes de la ocupación de la cultura tolteca.

Tras la caída de la ciudad de Tula a manos de diversas culturas chichimecas, el éxodo de los artesanos al bosque era considerado como el primer arribo humano a esta área. Sin embargo, según explica la arqueóloga Guadalupe Espinoza coordinadora de las excavaciones del INAH en el cerro de Chapultepec:

“Dentro de las excavaciones recientes realizadas por el Museo Nacional de Historia desde 1998 los descubrimientos que se han hecho han arrojado un fechamiento absoluto de un fragmento de cráneo, descubierto en 1999, que data de 1250 a. de C. Y esta fecha lo único que arroja es que hay población muy antigua acá en la Cuenca del Valle de México”

Con esta información, se confirma que la presencia humana en Chapultepec es incluso más antigua que en importantes ciudades pertenecientes a la época clásica del México prehispánico como Teotihuacan, Monte Albán, Tula y, por supuesto México-Tenochtitlan. Por lo que el Bosque adquiere una relevancia no aceptada anteriormente, pues según continúa Espinoza:

“Chapultepec es un sitio que tiene la misma temporalidad que sitios como El Zacatillo, Zacatenco, Tlatilco, Cuicuilco y otras del Preclásico mesoamericano. Por tanto, lo interesante que tiene Chapultepec es que es un sitio que ha tenido ocupación humana continua desde 1250 a. de C. hasta el 2005.”

La presencia de las diferentes culturas preclásicas de la Cuenca del Valle de México en este sitio se debe quizá a la erupción del volcán Xitle; el cual provocó la migración humana de la zona sur del lago hacia el norte del valle, provocando entre otras cosas el nacimiento de Teotihuacan. Una prueba de ello pueden ser los vestigios dejados en Chapultepec al norponiente de la cuenca.

Otro descubrimiento es una de las presentes investigaciones realizadas en el la falda sur del cerro; donde se detectaron restos de una unidad habitacional teotihuacana construida entre 400 y 600 d. de C. Según Espinoza: “pertenece al período clásico y nos interesa éste porque es posterior a la caída de Teotihuacan. Entonces tenemos la hipótesis de que hubo grupos teotihuacanos o relacionados con esa cultura aquí.”

Por su parte la profesora investigadora del Museo Nacional de Historia, Amparo Gómez Tepexicuapan agrega que, “se ha comprobado que durante la época prehispánica el centro básicamente fue habitado por todas las culturas que circundaron el Lago de Tenochtitlan; así como teotihuacanos, toltecas y las tribus nahuas que convivieron temporalmente con los mexicas.

Retomando la teoría de la presencia tolteca en el bosque, el Libro Chapultepec, editado por el Museo Nacional de Historia, explica: “hacia el año 1 Pedernal, entre 1136 y 1156, los toltecas encabezados por Huémac, ‘El de las manos grandes’, se establecieron allí” hasta el año 7 Conejo, entre 1142 y 1162, cuando terminó por suicidarse ante la magnitud del drama de su pueblo, y los toltecas se dispersaron. Según los anales de Cucuhtitlán:
“Este año se suicidó Huémac en Cinalco de Chapultepec.
En este año siete conejo Huémac se dio la muerte.
Se ahorcó de desesperación en la cueva de Chapultepec.
Primero se entristeció y lloró
Y cuando ya no vio a ningún tolteca
que detrás de él se acabaron, se suicidó.”

Varios códices narran la ruta al Cinalco, o entrada al inframundo en las inmediaciones del cerro del Chapulín, específicamente en una de sus dos cuevas. El mapa de Cuauhtinchán No. 2 conduce directamente al montículo, hacia la cueva donde se encuentra el actual elevador al Museo Nacional de Historia.

Estos documentos remiten al probable enterramiento de Huémac en una de estas cuevas. Un relato de Diego de Loaisa encontrado en el libro citado, se habla de que “no fueron localizados estos restos aunque sí se detectó la presencia de grifos y huesos, que podrían confirmar la existencia de un panteón real. Sobre esos posibles enterramientos de gobernantes indígenas existen demasiados documentos para ignorarlos.”

Otra prueba de esto es la encontrada en la Lámina 68 del tercer volumen el códice Panes-Abellán, donde se narra el enterramiento del emperador mexica Huitzilíhuitl ‘el viejo’ en el cerro de Chapultepec, durante la estancia de su pueblo en este lugar.

Antes de la llegada de los aztecas, según un relato del historiador Fernando de Alva Ixtlixóchitl, éste asegura que: el hijo de Huémac, “Ecitin no murió en Chapultepec, sino que peregrinó hasta Aztlán para convertirse en patriarca de los mexicas. De ser cierto, el éxodo azteca habría comenzado en este mismo sitio. Con el transcurso de los años los mexicanos decidieron recobrar aquella tierra que, gracias a Ecitin, evocaban con nostalgia.”
El arribo de la gente de Aztlán al Valle de México está fechado entre los años de 1245 y 1279. Según el códice Ramírez, “1245 es el año que Ténoch, caudillo de los recién llegados se hicieron fuertes en las alturas del cerro de Chapultepec.”

Mandó (Ténoch) fortificar las fronteras de aquel cerro con unos terraplenes llamados acá albarradas, haciendo en la cumbre un espacioso patio donde todos se recogieron y fortaleciendo su centinela y guarda de día y de noche con muchas diligencias y cuidado poniendo a las mujeres y niños en medio del ejército, aderezando flechas, varas arrojadizas y hondas con otras cosas necesarias a la guerra”.

Este fragmento rescatado de un folleto editado por el Centro de Estudios del Bosque de Chapultepec y elaborado por José Atanasio Gutiérrez, explica que estas precauciones fueron tomadas por el constante asedio que sufrían los nuevos habitantes del Valle, principalmente a manos de los tecpanecas de Azcapotzalco, presuntamente por el control de las fuentes manantiales que nacían en el Cerro del Chapulín.

El lugar era tan importante como fuente de recursos, para las tribus nahuatlacas, que se percibe en el concepto que da nombre a la región y es explicada por los guías que tiene el actual Museo Nacional de Historia:

“El nombre Chapultpec, voz de la lengua náhuatl, es de fácil traducción: “El cerro (tépetl) del saltamontes (chapulín).”

Aunque el origen de la palabra no es del todo claro pues hay diferentes hipótesis que asocian al insecto con el monte: “Quizá el sitio fue así bautizado por la abundancia de saltamontes en sus parajes o porque a la distancia el perfil del cerro semeja la forma de una langosta. El chapulín fue además símbolo de nobleza: pequeños saltamontes de oro remataban los penachos de los gobernantes aztecas.” Por ello el escultor Luis Albarán evocó el nombre del cerro en la Fuente del Chapulín que adorna la terraza sur del Alcázar.
Hacía 1299, una coalición de tecpanecas, colhuas y chalcas logró por fin vencer a los mexicas y los expulsó de la zona poniente del valle para desterrarlos hacia la zona del pedregal donde la agricultura resultó imposible debido a la presencia de roca volcánica erupcionada por el volcán Xitle y sólo pudieron alimentarse de los reptiles que allí proliferaban.

Tras la fundación de la ciudad de México-Teochtitlan, el esplendor mexica les llevó pronto a adueñarse de nuevo de la fuente de recursos naturales más cercana e importante al islote donde edificaron su metrópolis.

Según crónicas de fray Diego de Durán; En 1416 bajo el reinado del tercer emperador mexica, Chimalpopoca, cuando éste fue inducido por su pueblo para pedir el favor del gobernante de Azcapotzalco para obtener agua potable de esta fuente:

“…Señor, -dijeron a Chimalpopoca-, todos somos
de acuerdo, que, pues el rey Tezozomoctili tu
abuelo te quiere tanto, y hace tanto caso de ti, y
entre los demás señores hay tanta familiaridad
con nosotros, que le enviásemos a rogar que nos
diese el agua de Chapultepec, para que
pudiésemos beber, y que nosotros la traeríamos a
la ciudad.
La causa de pedirla es que, como hasta agora
No vivíamos sino en chozas y casas de poco valor,
Y agora vamos edificando casas de piedra y
adobes, y cegando la laguna y andan barcos en las
acequias, bebemos el agua turbia y sucia. Por
tanto te suplicamos envíes tus mensajes para
que se nos conceda esta merced…”

Sin embargo el cumplimiento de esta petición se realizaría hasta la segunda mitad del siglo XV, cuando los tecpanecas ya habían sido vencidos y el tlatoani mexica era Moctezuma Iluhicamina, quien se dedicó a extender su imperio y realizó importantes obras arquitectónicas para la ciudad.

Una de ellas, quizá la más importante trascendió Tenochtitlan: el acueducto. Según explica Amparo Gómez, la zona que actualmente ocupan el Audiorama y los Baños de Moctezuma eran ocupados como cisterna, para captar el agua de los manantiales del cerro y así era posible su traslado mediante gravedad hacia el acueducto que terminaba en la zona de la actual Alameda Central.

Esta obra sirvió de modelo a los españoles quienes, al tomar el control del país, la ampliaron y mantuvieron como la principal fuente de abastecimiento del vital líquido de la capital de la Nueva España. El final del acueducto novohispano era coronada por la fuente de Salto del Agua, que subsiste hasta hoy.

Fue tan importante esta obra que proveyó de agua potable a la ciudad hasta tiempos de Porfirio Díaz, cuando la sobreexplotación de los manantiales ocasionó su sequía definitiva e incluso dañó la estructura que soporta el Monumento de los Baños de Moctezuma.

Según el texto de José Atanasio Gutiérrez: el verdadero genio detrás de la construcción del Acueducto fue uno de los huéspedes más distinguidos de este centro, en ese tiempo desterrado de su imperio en Texcoco, Nezahualcóyotl:

“El Acueducto, sin duda, implicaba grandes retos y exigía técnicas avanzadas, como las que se habían aplicado en el conjunto ceremonial de Teotihuacan, gracias a los cuales se sabe que el agua corriente llegaba hasta las mismas habitaciones de los sacerdotes teotihuacanos. El talento personal de Nezahualcóyotl y el avance de técnicas colectivas, hicieron posible la construcción del ducto, cuyo trazo iba desde Chapultepec hasta las goteras de la ciudad mexica, siguiendo en buena parte el camino que conectaba ésta con Tacuba y levantándose, al parecer sobre el mismo curso seguido por el acueducto de 1416”.

De esta información existen dos fragmentos contenidos en un relato de fray Juan de Torquemada y en los Anales de Cuauhtitlán, retomados por Gutiérrez en su folleto los cuales refieren que:

“Al quinto año del imperio de este gran monarca Moctezuma (I), continuando el reparo de su República, hizo sacar un gran caño, hecho de atarjea, para el agua que en ella se bebía; y fue esta obra hecha sobre la antigua, que otro su antecesor había hecho, añadiendo y fortificando la calzada por donde venía, que fue obra digna de rey, con que la ciudad quedó muy contenta.”

“En el año 12-casa (1465)
por primera vez se comenzó
el trabajo en común
allá en Tenochtitlan-México.
Así dio principio el camino de agua
el acueducto que de Chapultepec
viene a entrar en Tenochtitlán.”

Por todas estas obras fue que Moctezuma Iluhicamina quiso preservar su nombre para la posteridad; debido también a que políticamente durante su mandato se allegó de personajes importantes en historia mexica. Uno de ellos ya ha sido mencionado, Nezahualcóyotl y el otro fue su consejero Tlacaélel.

Acompañado de estos dos personajes; éste sitio sufrió varias modificaciones adicionales al acueducto: la construcción de un teocalli en la cima del cerro y de un palacio imperial para el gobernante texcocano; así como los baños privados del emperador, un jardín botánico y la siembra de ahuehuetes (viejos de agua), que quizá por las grandes cantidades de vital líquido que requieren para subsistir, son un homenaje a la grandeza de Chapultepec.

José Atanasio Gutiérrez refiere: “Entre 1440 y 1469, el emperador consagró el Bosque como lugar de sus predilecciones, viviendo aquí por largas temporadas, en un palacio que se había mandado construir junto a la fuente de Chapultepec, es decir al oriente del cerro del chapulín.”

Mientras que el libro Chapultepec explica: “Había mapas de dos manantiales, comunicables entre sí. El códice Chapultepec menciona como Moctezuma I mandó construir su Alberca de Moctezuma o Alberca Chica junto a su Palacio, aunque otros datos demuestran la existencia de un acueducto edificado mucho antes del reino de este monarca”.

“En esta misma parte del cerro,” continúa “existe una gran piedra porfídica en la que pueden observarse algunos petroglifos de los que mandó esculpir Moctezuma a instancias de su primo y consejero Tlacaélel, quien lo convenció de la necesidad de dejar grabada en la piedra su efigie para que la posteridad reconociera su grandeza. Actualmente se perciben elementos que representaban la figura de este emperador, así como algunos numerales y símbolos del emperador.”.
A este respecto, Guadalupe Espinoza explica el por qué sólo se ha detectado esta sola piedra, así como el porqué no han hallado petroglifos alusivos a otros emperadores:

“Los petroglifos se encuentran a un costado de la Casa de los Espejos; hay una balaustrada y se ven los restos de esta roca tallada. No están completos porque hubo una destrucción en 1606 por una ordenanza del obispo García Santamaría, quien mandó destruir las esculturas. Esto por la existencia de muchos tlatoanis labrados en varias partes. Obviamente para poder instaurar la religión católica consideraron destruir los petroglifos de la falda suroriente del cerro. Se dice que datan de 1450 d. de C.”

Sobre el teocalli o adoratorio, Amparo Gómez nos explica que fue situado justo en la cima del Cerro, donde se encuentra el edificio conocido como Caballero Alto, utilizado como parte del Observatorio de la Ciudad de México durante el gobierno de Porfirio Díaz.

Este templo estuvo dedicado al dios del viento Ehécatl y con el arribo de los españoles fue destruido para construir en su lugar una capilla en honor de San Miguel Arcángel, quien fue adoptado como patrono del pueblo fundado en las inmediaciones del bosque: San Miguel Chapultepec.

En el libro Chapultepec se explica que este centro también fue utilizado como observatorio astronómico o “meridiano solar en lo alto del cerro, ya que Antonio de León y Gama describe algunos restos que todavía permanecieron hasta fines del siglo XVIII y lamenta su casi total destrucción.”

Durante el gobierno de Moctezuma Xocoyotzin el imperio mexica llega a su máximo desarrollo político y económico pues varios documentos hablan de su influencia hasta territorios mayas de Centroamérica, al sur, y hacia la frontera con Aridoamérica, hacia el norte. Es por ello que este centro es magnificado con obras hidráulicas y ornamentales que terminaron por encantar a los españoles:

Un ejemplo son las narraciones de Bernal Díaz del Castillo en su Historia Verdadera de la Conquista de Nueva España donde se refiere al lugar siempre en términos hidráulicos. Incluso varios documentos alusivos al bosque, durante la conquista, ilustran la distribución y construcción de las diferentes cisternas y albercas que captaban el agua para conducirla al Acueducto.

Francisco Xavier Clavijero detalla que: “en el palacio que edificaron los virreyes en Chapultepec se conservan hasta el presente dos piscinas fabricadas de los mexicas. […] Así como dos estanques para peces, uno de los cuales he visto yo en el palacio de Chapoltepec: Un dato más explica que los jardines de Motecuzoma ocupaban todo el rededor del cerro, y en los tres manantiales de agua que tiene, llamados albercas, se criaban multitud de peces.”

Tras la conquista el bosque no sólo fue admirado por su riqueza en agua, sino que sus dimensiones así como su estratégica ubicación, factores que invitaron a los conquistadores a disputarse el dominio de este centro. El primer intento fue de Hernán Cortés, quien en febrero de 1525 se apropió del lugar por cinco años.

De hecho, “dueño ya de una parte del bosque”, según la fuente editada por el Museo Nacional de Historia, “el guerrero deliberó con Diego de Ordaz acerca de la conveniencia de edificar una fortaleza en la cima del montículo, que sirviera como defensa contra cualquier rebelión indígena, aunque también es probable que lo que en realidad deseaba Cortés era poseer en esa isla rodeada de verde follaje, su propio Castillo, a la manera de los burgos del Viejo Continente:”

Sin embargo la repartición no fue afortunada para los vencedores, a Cortés le fue negada la zona de las albercas, las cuales pasaron a poder de García de Holguín el 19 de enero de 1526; mientras que a la Malinche le tocó el terreno conocido como Anzures el 14 de marzo de 1528.

Por todas estas disputas fue que Carlos V declaró que Chapultepec debía pertenecer perpetuamente a la ciudad de México, para que fuera un lugar público y se convirtió en el primer parque con carácter popular en el país. Con este motivo en 1553 el virrey Luis de Velasco mandó colocar en la entrada principal una placa con la siguiente leyenda:
“Don Luis de Velasco
virrey de esta Nueva España
dedica a su soberano
este bosque
lugar de recreo público
hermoso por su frondosidad y fábrica.”

A pesar de estas medidas tomadas a favor de los habitantes de la ciudad, el conquistador ordenó de cualquier manera el fortalecimiento del cerro con terrazas y con una construcción que veinte años después se destinó como fábrica de pólvora.

Durante este período de la historia mexicana, se hicieron varias adecuaciones al Bosque, como parte cercana a la capital; pero sobretodo como centro de esparcimiento para habitantes y gobernantes.

Una de las más importantes es la que se hizo durante los primeros años de la colonia al acueducto planeado y dirigido por Nezahualcóyotl. Según explica Amparo Gómez, “además de la construcción que conducía el agua desde los manantiales hasta el centro de la ciudad; también se construyó otro que rodeaba el cerro, donde se captaba el agua”.

“La arcada surgía desde la cueva donde actualmente se encuentra el elevador al Castillo”, afirma, “la arquería se dirigía hacia la calzada de la Verónica y San Cosme y de allí al terreno donde actualmente se encuentra el Palacio de Bellas Artes, que era lo más cerca que podía llegar esta obra al centro de la ciudad.” Sin embargo los restos de la construcción fueron destruidos en aras de la modernidad.

Adicionalmente, un daño importante en pos de la civilización fue una orden dictada por el Cabildo de la ciudad de México el 28 de febrero de 1527 donde se indicó que: “los árboles que están sobre la fuente de Chapultepec son perjudiciales y se corten lo más a raíz posible que se pudiere de manera que la dicha agua permanezca pura en su trayecto”.

Al mismo tiempo que el centro era convertido en un lugar reservado para la aristocracia española, también los pobladores nativos tuvieron acceso a él. De hecho inmediatamente después de la caída de Tenochtitlan se documentó el nacimiento del pueblo de San Miguel Chapultepec, situado en las inmediaciones de la actual estación del metro Chapultepec, donde se instauró una iglesia y panteón, éste último recientemente descubierto.

Esto quedó asentado en la Introducción de los Títulos de Fundación de Chapultepec, Cuaderno 6 Conquisto Titonllo Chapoltepec en 1313, documento fechado en el siglo XVIII donde se especifica que: “mandó Montesuma (II) que actual vivía que se le fabricara casa con que vivir y se le hizo el Palacio que se acabó en cuatro días, y luego fueron llamados todos los naturales para que fabricaran cerco a el ojo de agua la que cercaron en cinco días y encaminaron el agua y acabado se entraron a esconder dentro del cerco en el año de 1519 por estar ya hecho el Palacio de Montesuma.”

Según el libro Chapultepec: “Dicho escrito es más explícito y abundante en lo relacionado al nacimiento de un poblado y su delimitación: San Miguel Chapultepec. En el mismo folio están los nombres de los propietarios, así como sus títulos de pertenencia, en lo que demuestran que ya estaban asentados legalmente en ese sitio (todos los firmantes aparecen con su nombre compuesto: Dn. Juan Huitzilihuitz Chimalpopoca, Dn. Alonso Acamapich, son algunos ejemplos.”

Aquí mismo se describe la construcción dedicada a San Miguel Arcángel en 1521, así como la descripción del inventario y costo de cada objeto del templo; el cual, según el arquitecto John McAndrew en un libro sobre capillas abiertas y arquitectura mexicana del siglo XVI mantiene la hipótesis de que Claudio de Arciniega hubiese construido una iglesia circular en el pueblo.

Con el paso del tiempo una de las máximas del gobierno colonial respecto a la corona española, el Obedézcase pero no se cumpla, se aplicó también para el bosque otorgado por el rey a sus súbditos americanos:

“A pesar de que Chapultepec pertenecía oficialmente a la ciudad de México y a sus habitantes, estaba cercado, según se afirma, con pretexto de proteger los manantiales que surtían a la ciudad y para que los cazadores no tuvieran acceso a las liebres, conejos, ciervos y gamos, sólo permitidos a los virreyes. El primer entusiasta de estas ideas fue el virrey Don Antonio de Mendoza en 1537.”

Según el libro consultado, también su sucesor, “don Luis de Velasco, no sólo mandó una vez amurallar el bosque y convertirlo en coto de caza, sino que también dispuso edificar una mansión de recreo en el mismo lugar en el que estuvo el antiguo Palacio de Moctezuma.

Por ello fue que tras destruir los palacios de Nezahualcóyotl-Moctezuma se edificó sobre sus ruinas un nuevo edificio destinado como casa de campo para el representante del rey en la Nueva España. En él los virreyes pasaban cortas temporadas de veraneo: alrededor de dos o tres semanas por año según explica Amparo Gómez, y allí se realizaban corridas de toros así como caza deportiva.

Este palacio de descanso era utilizado como el primer sitio de reposo para los virreyes antes de iniciar su administración de la colonia. Sin embargo, alrededor de 1739, la corona decidió suspender este tipo de ceremonias debido a su derroche. Por lo que a partir de ese año los gobernantes pasaban directamente de Guadalupe al Palacio Virreinal de México y la residencia quedó olvidada hasta 1766; cuando el virrey Carlos Francisco de Croix pidió autorización del rey Carlos III para su reacondicionamieno.

La autorización arribó durante la administración de su sucesor, Antonio María de Bucareli, quien consideró caro el proyecto y ordenó su cancelación.

Finalmente el palacio funcionó hasta 1784, cuando casualmente una fábrica de pólvora instalada sobre la actual avenida de los Constituyentes estalló por la noche, causando gran mortandad en los habitantes de San Miguel Chapultepec y dañando el edificio que tuvo que ser demolido para dejar su lugar a uno nuevo.

La edificación original de este nuevo palacio fue iniciada entre 1784 y 1785, por orden del virrey Bernardo de Gálvez. Sin embargo su imagen actual data de fines del siglo XIX. De hecho las obras fueron interrumpidas debido a lo incosteable de la edificación para las autoridades novohispanas. Es por ello que la corona española dictó que el recinto debería ser ofertado a algún noble que deseara una casa de veraneo en la cima de un monte.

Es por ello que el actual Castillo de Chapultepec pasó los últimos años de la regencia española en construcción; al fracasar el intento de la corona por arrendarlo. El olvido continuó en los años subsecuentes pues con el inicio de la revolución de Independencia se dejó de lado este proyecto hasta 1833.

En ese año, explica Amparo Gómez, “se promulgó una orden gubernamental para utilizar parte del edificio como Colegio Militar. De hecho, la construcción conocida como el Caballero Alto fue destinada para ser la primer sede de un observatorio astronómico que formara parte de la educación de los cadetes. Se derribó la capilla de San Miguel Chapultepec situada en la parte más alta del cerro, para dar lugar al Torreón del Colegio Militar.”

Sin embargo fue hasta 1874 cuando se funda definitivamente el Observatorio Astronómico Nacional de Chapultepec, proyectado desde 1863 por el ingeniero Francisco Díaz Covarrubias, por mandato del presidente Sebastián Lerdo de Tejada, a través de su ministro de Fomento, Vicente Riva Palacio.

El proyecto de 1833 no fue el fin del abandono para el Castillo. En ese año las instalaciones continuaron en ese estado, debido a la inestabilidad económica que imperaba en el país. “Por ello,” explica la historiadora, “el proyecto se finaliza hasta 1841 y el Colegio inicia sus funciones hasta el año siguiente.”

Estos datos son suficientes para comprobar que la edificación histórica más importante del poniente de la ciudad de México es una obra que se ha adecuado de acuerdo a las necesidades de las diferentes épocas que ha vivido. En su inauguración oficial la distribución del edificio era: la parte del acceso principal como Colegio Militar y la parte trasera, el Alcázar, como un recinto para los virreyes; el cual por los motivos arriba mencionados no había sido utilizado; ni lo sería hasta 1864.

En 1836 los habitantes de Texas deciden separarse de México y ser una nación independiente que posteriormente sería anexada a los Estados Unidos. Sin embargo el conflicto prevaleció, cuando los norteamericanos decidieron intervenir también en Nuevo México y California.

El ejército mexicano, comandado por el presidente de la República, el general Antonio López de Santa Anna marchó a defender los territorios invadidos; mientras que su oponente, el general Winfield Scott, ataca por el puerto de Veracruz y avanza casi sin resistencia hasta la ciudad de México, donde disputan batallas en las afueras.

El último reducto fue el Castillo, en ese entonces sede del Colegio Militar. Los historiadores modernos, tal como el profesor Antonio García Donat describen estos momentos como sigue:

“En 1827 se dio la orden para trasladar la Academia Militar de Veracruz a la ciudad de México, donde funcionó en edificios inadecuados. Hasta que se decidió ubicarla en el Castillo. Así proporcionó instrucción profesional en algunas materias como geografía y astronomía.”

“En la batalla del Castillo de Chapultepec,” continúa el relato, “el general Nicolás Bravo, con la ayuda tardía del Batallón Activo de San Blas, al mando del coronel Felipe Santiago Xicoténcatl y los cadetes del Colegio Militar, defienden heroicamente el Castillo el 13 de septiembre de 1847.”

“Durante la contienda pierden la vida los estudiantes conocidos como los Niños Héroes, el coronel Xicoténcatl y varios soldados y cadetes. El general Nicolás Bravo es hecho prisionero, mientras que los habitantes de la ciudad participan al lado de los soldados en la defensa del país. Pese a eso, el 15 de septiembre de 1847 la bandera de las barras y las estrellas ondea en el Palacio Nacional.”

Este evento ha cubierto de gloria a seis cadetes del Colegio Militar, los cuales han sido inmortalizados por sus sacrificio en servicio de la soberanía mexicana. Varios monumentos han sido levantados en su honor. Uno de ellos denominado Altar a los Héroes de la Patria el cual encierra en su solo nombre la importancia que la historia oficial ha cedido a los Niños Héroes. Sin embargo la documentación sobre la existencia de estos personajes es dudosa.

Amparo Gómez resolvió esta controversia al explicar que: “los Niños Héroes no son un mito. En septiembre de 1847 el Colegio Militar contaba con alrededor de 100 alumnos inscritos. En los últimos días del mes de agosto y los primeros del mes de septiembre de ese año los alumnos son licenciados para volver a sus casas por lo que el Colegio es evacuado. Sin embargo, alrededor de la mitad de ellos decidieron volver a su escuela para prestar sus servicios a la nación, participando y muriendo en la Batalla del 13 de septiembre.”

Lo que no se tiene documentado aún, de acuerdo a la explicación de la investigadora del Museo Nacional de Historia, es el nombre de los seis cadetes que han sido inmortalizados por su sacrificio: Vicente Suárez, Agustín Melgar, Fernando Montes de Oca, Francisco Márquez, Juan Escutia y el teniente Juan de la Barrera.

“En los documento de esos años se habla de los Cadetes del Colegio Militar que murieron en combate. Mientras que el concepto de Niños Héroes data de la inauguración del primer monumento edificado en su honor, el cual data de 1881. Antes no hay pistas.”

Al hablar sobre esta controversia histórica, Gómez explica que personalmente prefiere mantener esa media verdad para honrar a quienes verdaderamente murieron en combate: cadetes del Colegio Militar y miembros del Ejército Mexicano.

“En los niños se forma el ideal de patriotismo y ellos vienen con la ilusión de saber en donde murieron los Niños Héroes o de dónde se lanzó Escutia enredado en la bandera. Y aunque no sabemos si de verdad se enredó en ella y cayó o iba huyendo y tropezó. No hay un escrito. Lo cierto es que los seis representan el amor a un ideal.”

De hecho, como complemento a este episodio la historiadora refiere que durante los festejos del centenario de la Independencia de México en 1910 se rindió homenaje a un combatiente del ’47, el cual narró como regresaron los cadetes después de haber sido evacuados porque “a esa edad el miedo no existe y los jóvenes querían estar presentes en los acontecimientos de la historia con la idea de que en algo podían ayudar. Además no peleaban en blanco”, concluye la entrevistada.

Para finalizar con este episodio, Gómez refiere que en cuanto a la muerte de Escutia: “gente seria ha investigado la trayectoria del lanzamiento desde el Torreón del Castillo. Nadie puede saltar porque para llegar desde allí a la falda del cerro se necesitan alas. Mientras que el torreón que mira hacia Polanco fue construido en 1920 por cuestiones de equilibrio arquitectónico. Por eso se cree que el cadete pudo haber caído desde la torre que se encuentra al oriente del edificio y mirando al oriente.”

Tras el fin de la invasión, los problemas políticos continuaron; Chapultepec por su parte permaneció en descanso preparándose para entrar en acción a los pocos años. Después de 1847, las instalaciones quedaron dañadas aunque siguieron funcionando como Colegio Militar hasta 1864, cuando aconteció la segunda intervención extranjera en el país.

Con el fin de la Guerra de Reforma, tropas francesas son enviadas a Veracruz por del emperador Napoleón III para establecer un protectorado que hiciera frente a las ideas expansionistas de los Estados Unidos hacia el sur del continente. Este plan contemplaba la participación del Partido Conservador Mexicano, que quería un mandatario extranjero que gobernará mediante la monarquía.

El noble que aceptó el trono fue el archiduque Fernando Maximiliano de Habsburgo, hermano menor del emperador de Austria Hungría, Francisco José.

Después de derrotar al ejército Liberal Mexicano; el emperador y su esposa, Carlota Amalia de Bélgica, prima de la reina Victoria de Inglaterra, decidieron establecer su residencia en este recinto.

Actualmente en las salas del Museo Nacional de Historia, se explican algunas de las modificaciones que sufrió el edificio; así como los objetos que fueron traídos ex profeso para uso del los emperadores:

El libro de Susanne Igler, Carlota de México, narra algunas de las primeras experiencias de los emperadores con su nueva residencia, así como las modificaciones ordenadas por ellos mismos y su contacto directo con el Bosque:

“El entusiasmo aumentó durante los primeros días de estancia en México,[…] cuando los emperadores visitaron el Hospicio de Pobres, luego la casa de campo del señor Antonio Escandón en Tacubaya y el Castillo de Chapultepec, cuya vista es ‘quizá una de las más bellas del mundo’.”

De paso, también se dice que el emperador austriaco prefirió establecer su residencia en Chapultepec, más que por razones de extravagancia o de búsqueda de un suntuoso edificio, por razones de salubridad. Esto debido a que el Palacio Nacional posiblemente padecía de la presencia de ratas en sus instalaciones.

“Maximiliano,” continúa Igler, “eligió este edificio antiguo como residencia imperial y ordenó iniciar de inmediato extensos trabajos de remodelación, procediendo a ocuparlo apenas seis días después de su llegada a México. A partir de entonces residieron en el Bosque; el emperador en alusión a su Castillo de Trieste, Miramar, solía llamarlo Miravalle y despacharon en el Palacio Nacional de México.”

Además, se contempló a construcción de una magna obra digna del imperio: “Maximiliano hizo conectar ambos palacios mediante una amplia y suntuosa avenida, para la cual compró vastos terrenos. Paradójicamente, esta vía años después vino a llamarse Paseo de la Reforma en homenaje al gran antagonista del emperador, Benito Juárez, y sus famosas Leyes de Reforma, en una de esas bromas que la historia le juega a los muertos.”

Mientras que Egon Caesar Conte en su libro Maximiliano y Carlota narra que:
“El lugar se comunicaba con la ciudad sólo por las calzadas de Chapultepec y de la Verónica. Para agilizar el traslado hacia su residencia, en el Palacio Imperial –hoy Nacional-, su gobierno adquirió terreno necesario para abrir el Paseo del Emperador, que iniciaba a la entrada el Bosque y remataba en la glorieta del monumento ecuestre del rey español Carlos IV, ‘el Caballito’, del escultor Manuel Tolsá. La avenida fue llamada posteriormente Paseo de la Reforma y en 1875 fue adornada con árboles, glorietas, prados, glorietas y bancas, por órdenes del presidente Sebastián Lerdo de Tejada.”

En cuanto a la vida cotidiana de los emperadores extranjeros en el Castillo Igler explica: “La vida de los monarcas implicaba una estricta disciplina laboral: Maximiliano solía levantarse a las cuatro de la mañana-Carlota un poco más tarde-, para disfrutar el fresco amanecer en una cabalgata por el hermoso Bosque.”

En este período, la imagen del Bosque fue modificada puesto que la zona selvática que circundaba la parte trasera de la casa del emperador fue modificada: se abrieron calles y avenidas. Además Maximiliano mostró su afición al estudio de los animales ordenando la instalación de un zoológico y una pajarera.

Otros testimonios acerca del Chapultepec de este tiempo provienen de infinidad de visitantes extranjeros que vinieron al país a conocer este intento por incorporar la civilización europea en un país considerado todavía bárbaro. J. F. Elton en su libro With the french in México, es uno de estos testigos:
“Para dar realce al palacio […], Maximiliano dispuso se diese belleza a la antigua Plaza de Armas, la que fue cubierta con plantas florales, callejuelas y fuentes, donde noche a noche se reunían cientos de personas para escuchar una banda austriaca.”

En cuanto al interior del Palacio, José C. Valadés hace la siguiente descripción:
“El propio Palacio sufrió transformaciones; aunque la parte norte fue ocupada por las oficinas del Ministerio de Hacienda y no fue modificada. Pero en el ala sur, las pequeñas salas en el segundo piso fueron convertidas en un gran salón llamado de ‘Embajadores’, cuyos muros se cubrieron de tapiz carmesí traído de Europa y sobre el cual estaba bordado el escudo de armas del Imperio.

Las columnas y arcos del patio, apellidado hoy ‘presidencial’ fueron desencaladas dejándose al descubierto una hermosa piedra labrada. El pavimento del mismo patio quedó cubierto de pasadas losas. Todo el mobiliario era europeo.

El primer piso se ocupó para las habitaciones de la pareja. El emperador eligió para aposento una pieza con vista a los patios interiores. La alcoba comprendía una pieza donde trabajaba y otra donde recibía.”

Otras modificaciones son relatadas en el Diario del Imperio. “En 1865 con la ausencia de Carlota, el emperador mandó abrir calzadas, cegar pantanos, extender el Bosque, fundar un jardín zoológico y dar acceso al público a las calzadas, disponiendo que los 661 mil pesos que tuvo el costo de las reparaciones se pagase de su bolsa particular.”

Para mediados de 1867, la situación política hizo insostenible el proyecto imperial en nuestro país; por lo que el bando liberal venció definitivamente a los intervencionistas franceses orillándolos a sitiarse en la ciudad de Querétaro.

Sin embargo, según narra el libro Chapultepec, “fue tal la devoción de Maximiliano por su Castillo de Miravalle, que en medio de los proyectiles republicanos que zumbaban alrededor del atrio del Convento de la Cruz en Querétaro, aún dictaba órdenes relacionadas con la ornamentación de su etérea y neoclásica cumbre.”

Con el fusilamiento del emperador en el cerro de las Campanas y la repentina locura de la emperatriz, quien en esos días se encontraba en Europa buscando apoyo para sostener el gobierno de su marido, el Castillo quedó como el baluarte del gobierno ilegítimo. Por ello el presidente Juárez prefirió seguir despachando en el Palacio Nacional y abandonar el lujoso palacio.

A pesar de esto, el libro narra que el Benemérito oaxaqueño “disfrutó el Castillo en una sola ocasión, y (las noticias de la época) se refieren a la noche que presuntamente pasó allí antes de entrar triunfalmente a la ciudad de México, después de vencer a las tropas imperiales en julio de 1867. En ese mismo año Juárez dispuso que el palacio regresara a sus funciones como Colegio Militar, orden que, por motivos desconocidos, no se llevó a efecto.

El presidente Juárez murió repentinamente en 1872. Con este acontecimiento el Castillo se vio nuevamente favorecido; ya que el presidente interino, Sebastián Lerdo de Tejada, emprendió nuevas obras con el fin de convertirlo en Residencia Presidencial. Aunque las fuentes consultadas no precisan más información. Sólo se puede agregar que durante esta administración se habilitó el Caballero Alto para ser sede del Observatorio Astronómico.
Al iniciar su segunda administración, sucediendo en el cargo a su compadre Manuel González, Porfirio Díaz emprendió una serie de mejoras para el país; las cuáles han sido cuestionadas por las consecuencias que atrajeron a la sociedad mexicana. Quizá con razón, porque a fin de cuentas su dictadura desencadenó la Revolución Mexicana en 1910.

Sin embargo, por primera vez desde su entrada a la vida independiente, el país pudo vivir 30 años en estabilidad económica, alejada de conflictos bélicos o convulsiones políticas.

El Bosque de Chapultepec es uno de los símbolos de la pretendida modernidad en la que el gobierno de Díaz intentó llevar al país. Ya que a finales del siglo XIX el Palacio Imperial sería utilizado nuevamente como casa de veraneo para el mandatario, a partir de 1894. Mientras que al bosque se le dieron toques europeos con el fin de embellecerlo.

“Al llegar 1876, el Castillo fue desempolvado y desde esa fecha hasta 1911 su rostro fue adquiriendo nuevos rasgos. Como el gusto de entonces lo dictaba la Francia de la Belle Epoque, la estancia perdió algo de su anterior combinación –neoclásica por fuera y austriaca por dentro- para recibir a cambio algunas de las facetas de la moda gala.”

Como complemento de la cita anterior perteneciente al libro Chapultepc, según explican los cedularios del Museo Nacional de Historia, “Díaz instaló en el Alcázar la residencia oficial de los presidentes y mandó adaptar, en lo que quedaba de la antigua construcción colonial, la nueva sede del Colegio Militar en 1881.”

Además la mano del general oaxaqueño también se percibe en mucho del diseño y conformación del Bosque actual. Durante su mandato se hicieron diversas construcciones como La Casa del Lago y los Lagos Mayor y Menor, se instalaron diferentes estatuas y fuentes que actualmente se encuentran en las inmediaciones de la Avenida Heroico Colegio Militar.

También fueron edificadas las rejas periféricas y se crearon accesos monumentales, como la Puerta de los Leones y el Puente que comunica el acceso principal al Bosque con el Paseo de la Reforma.

“Fue en 1877 cuando se construyó una nueva portada para entrar al antiguo bosque. Cinco arcos con grandes rejas de fierro, de la cual tuvo por dimensiones: noventa y cuatro metros de ancho, incluyendo verjas laterales. Al año siguiente, se colocó en el Castillo una escalera de mármol con pasamanos de latón, misma que desembocaba en un corredor con piso también de mármol y cuyo techo es sostenido por columnas de fierro. Varios autores insisten en que dicha escalinata había estado arrumbada en las bodegas el Castillo, quizás desde tiempos coloniales.”

Otras de las obras en el Castillo, descritas en el libro Chapultepec, fueron encaminadas a aumentar sus dimensiones pues en el costado norte se levantaron en un nivel más bajo que los sótanos, tres cuartos habilitados como bodegas.

Se hicieron habitaciones para conserje y un corredor que las unía con la cocina. Mientras que del lado poniente, zona perteneciente al Colegio Militar, se agregó un edificio nuevo de tres pisos que contaba con varios patios, una especie de alberca, un baño regadera y una enfermería. Sin embargo estas instalaciones fueron derrumbadas en 1917 por mandato del presidente Carranza.

“El diseño actual del Bosque (de la Primera Sección) es, en gran medida, el que se realizó entre 1898 y 1910 a iniciativa de José Yves Limantour, secretario de Hacienda de la época. En aquellos años se empedraron avenidas y se abrieron calzadas y plazas; en diversos rincones del parque se construyeron fuentes, auditorios, monumentos y, entre otras obras, dos lagos artificiales con lanchas de alquiler.”

Se estableció (en la parte más alta del Castillo) el Observatorio Nacional en 1878 y uno de sus cuartos fue ocupado por instalaciones telegráficas que mantenían en comunicación al presidente con el resto del país.

A sólo dos años de la invención del teléfono en Estados Unidos se realizó el 16 de septiembre de 1877 la primera transmisión telefónica experimental en México; la voz del mandatario se escuchó al mismo tiempo en el Castillo y en el Palacio Nacional en el centro de la ciudad.

Además se construyeron dos elevadores: uno eléctrico fabricado en Francia, con caja de acero y vidrio, el segundo impulsado mediante energía hidráulica, que comunicó desde 1896 la base del cerro con el primer piso y el jardín del Alcázar.

Como ya se mencionó antes, un personaje vital para conformar la imagen que goza actualmente el Bosque de Chapultepec fue José Yves Limantour.

De hecho, su obra va más allá de las acciones concretas para embellecer el lugar. Con él al frente del proyecto se creó una Junta para vigilar y embellecer el bosque, además de promover la compra de terrenos particulares, aumentando su extensión. Se sembraron nuevos árboles y prados y se trazaron las calzadas actuales.

Así mismo, según las obras consultadas para la presente investigación, “se crecieron pequeñas colinas artificiales, se colocaron ruinas simuladas y estatuas traídas de Francia, Bélgica y Suiza; el zoológico fue modernizado y se levantó un jardín botánico; se abrieron kioscos para el consumo de antojitos. En realidad, parece obvio que el deseo de Limantour era el de hacer un parque similar al parisino Bosque de Bolonia”.

Otra de las obras distintivas en el actual Chapultepec es la construcción del los lagos Mayor y menor, los cuáles también datan de los albores del siglo XX:

“El mayor contaba con más de un metro de profundidad, con el fin de que lanchas de remos pudieran navegar. […] Sobresalían ahora dos islotes, en uno de los cuales se edificaba un mirador; se pretendía que éste fuera la obra arquitectónica más bella del lugar: […]Se elevará 40 metros sobre el nivel del lago, y desde allí se dominarán los volcanes, el bosque, los lagos y todo el paisaje que se está formando para ser inaugurado durante el Centenario. Está constituido por una plataforma sobre la cual se apoyan seis columnas de estilo griego, en las que descansa un entablamiento decorado que sirve de soporte a una cúpula esférica, llegándose a ella por escalinatas, que descienden por los flancos de la isla hasta el nivel del agua.”

Como consecuencia de estas modificaciones, éste centro no sólo era disfrutado enteramente por el presidente y su familia durante los calurosos veranos. Crónicas de la época narran que:

“El pueblo mismo sin importar la jerarquía social, encontraba refresco en una de las albercas del bosque: La Alberca Grande, llamada de los Nadadores: Aquellos baños, de estilo pompeyano, han sido en los meses calurosos el punto de reunión de los afectos a nadar y a refrescarse.

[…] Hay además recipientes chicos y cuartos para los que no gusten bañarse en reunión; éstos son de estilo muy agradable, con estanques surtidos por el agua de la alberca, y situados en medio de jardines con calles de arena sombreadas por fresnos y sauces llorones. Pocas diversiones tienen el bullicio y el contento que los días de campo en Chapultepec, hay mucha agitación y el aire del campo da a las facciones un tinte especial de salud y bienestar.”

Por último se inauguró al final del siglo XIX el primer monumento a los Niños Héroes, instalado a un costado del cerro, la Tribuna Monumental, hoy dedicada a los miembros del Escuadrón 201 y se construyó un pabellón de fierro y vidrio, anteriormente conocido como Café Chapultepec.

Al acercarse los festejos del Centenario, en septiembre de 1910, se dice que el ministro Limantour visitaba cada tercer día el bosque para supervisar las obras emprendidas. Sin embargo, a pesar de su esfuerzo fue seriamente criticado, incluso después de su muerte. Esto debido a presuntos destrozos realizados en pos de la pompa del festejo. En el libro Chapultepec se explica que:

“…Se le impugnó al ministro el haber intervenido en los destrozos hechos sobre los relieves mexicas, que por ese entonces podían apreciarse al pie del cerro. El pintor Diego Rivera, en una carta dirigida al director del Castillo, denunciaba a Limantour calificándolo de criollo de extracción francesa, nouveau riche, snob, rastacuero y anti-mexicano.”

Después de este proceso de modernización que vivió el país durante los últimos años del siglo XIX y los albores de la centuria pasada, se sobrevino la Revolución Mexicana; Chapultepec continuó siendo residencia presidencial. Allí habitaron Francisco I. Madero, Venustiano Carranza, Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo L. Rodríguez.

La casa de veraneo fue capaz de superar esta vez, el final del régimen que le llevó a la gloria. Después del derrocamiento de Díaz, el Alcázar fue convertido en Residencia Presidencial hasta 1939. De hecho, el presidente Francisco I. Madero ordenó algunas modificaciones como: la ampliación de algunos corredores por el área del Alcázar y obras en el Salón de Boliche, decorado en color y con relieves en los frisos.

Otro mandatario revolucionario, Venustiano Carranza, mandó durante su administración la restauración de la Escalera de Honor, además de hacer varios arreglos en la sección residencial.

Por otra parte, el general Obregón durante la década de los veinte ordenó el levantamiento del ala poniente por cuestiones estéticas y la destinó como Contaduría Mayor de Hacienda o Contraloría General de la Nación. Posteriormente esta sección sería ocupada por la Dirección de Estadística Nacional. Esta zona fue construida con arquitectura de Neoclásico Tardío. También se demolieron secciones del ex Colegio Militar y se levantaron paredes y jardines.

Se construyó una nueva rampa de acceso. También Obregón ordenó la realización de un nuevo monumento a los Niños Héroes, concluido en 1924 e instalado en la terraza de la fachada poniente. Consta de seis esculturas realizadas por Ignacio Asúnsolo y diseño arquitectónico de Luis Mac Gregor, con el que se colocaron dos pérgolas y un espejo de agua que subsisten hasta la actualidad.

Durante esta época, 1920, se instaló el alumbrado eléctrico; además de la colocación de las puertas en la entrada al Bosque, la Plaza de Entrada de la Fuente del acueducto por la avenida Chapultepec y la Entrada de los Leones por el Paseo de la Reforma, denominación otorgada por la presencia de un par de leones de bronce dorado que habían sido encargados para ser colocados en la escalinata del palacio del Poder Legislativo Federal.

Finalmente, para 1939, por mandato de otro general revolucionario el Bosque de Chapultepec y su Castillo cambiaron radicalmente su objetivo en servicio del pueblo de México. Lázaro Cárdenas decretó la construcción de una nueva Residencia Oficial, situada junto al bosque, en la antigua Hacienda de la Hormiga para convertir el Castillo en sede del Museo Nacional de Historia y hacer del lugar un recinto de esparcimiento y resguardo del patrimonio histórico y cultural del país.


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