Arte-correo y poesía visual en México:
una práctica (todavía) corrosiva

César Espinosa


Guerra preventiva: Éste es el horizonte, el futuro antihumano que los hombres y mujeres de la cultura y el arte habrán de enfrentar y en lo posible revertir para merecer cabalmente el título de seres creativos y simplemente humanos.
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Desde los años 70 y hasta mediados de los años 80 del siglo XX, a contrapelo de la producción artística “reconocida” por el circuito críticos-galerías-instituciones, en México se desarrollaron dos tendencias que permanecen aún en estado subrepticio, disidente, clandestino, a pesar de que cuentan con hondas raíces históricas y su desarrollo atravesó por todas las “vanguardias clásicas” en el mundo: el arte-correo y la poesía visual.

En torno al primero, entre otras numerosas definiciones existentes, cabe apuntar: Sería el arte-correo el que acabaría con el privilegio mitificador del “aura” del original al reproducir masivamente, al sustraer el arte de la crítica, al demoler las contradicciones, al democratizar la creación, al desregionalizarse como tránsito libre por el mundo, al conciliar códigos, símbolos, grafismos, al particularizar la lectura de lo “Kitsch”, al humorizar la sociedad erudita, al crear interferencias visuales hasta la saturación, al preparar la irreverencia paradiscursiva de los “Para-lamas del acontecimiento”.1

En este circuito, que se integró en los años 60, participan varios centenares, a veces hasta millares, de productores de las artes plásticas-gráficas, además de otras especialidades en la comunicación y la investigación como sociólogos, antropólogos, lingüistas, periodistas, profesores y estudiantes, o simplemente gente que deseaba establecer una comunicación directa.

Desde sus inicios el arte-correo ofrecía los siguientes atributos, aún vigentes en lo básico:
I. Se trata de un diálogo a larga distancia, entre personas que probablemente nunca llegarán a conocerse ni a intercambiar palabras a viva voz. Esto rompe los parroquialismos, la estrechez de miras, permite conocer otra circunstancia y otra problemática. Nutre la comprensión y la solidaridad.

II. Correlativamente, se trata de un diálogo político, ideológico, por la propia naturaleza del sistema. En cuanto sistema de comunicación se interesa más por los problemas vivenciales y las circunstancias de actualidad que por preocupaciones eminentemente formales y estilísticas. Si bien posibilita desfogues escapistas, siempre significa una práctica ajena a los códigos académicos o del mercado, lo cual favorece las capacidades de autoexpresión como uno de los potenciales más productivos y corrosivos del circuito. Esta característica resultó de especial importancia para enfrentarse a regímenes dictatoriales, como los vividos en Latinoamérica, o sistemas cerrados como los del “socialismo real”.

III. Origina un proceso de descentralización artística, cuando desde cada aldea o provincia se pueden enviar mensajes creativos y ser conocidos o transmitidos hacia una multiplicidad de lugares, en contraposición a los “centros” rectores del arte implantados desde la segunda posguerra, donde una trama de galerías, museos, críticos y marchands controla un cerrado aparato de mercadeo y “prestigio” que se enseñorea sobre el arte universal. Con el arte postal deja de haber “marginados” en la expresión y el muestreo artísticos. Esto se potencia ahora en los tiempos del Internet y el correo-electrónico.


Arte-correo y poesía visual en México

Los antecedentes de tal práctica en México datan de 1972, con el mural postal presentado por Felipe Ehrenberg en el Salón Independiente. Pero hasta los años 1977-78 se organizarían las primeras exposiciones propiamente de arte-correo, promovidas por los grupos CRAAG y Março; este último auspició el surgimiento de otras agrupaciones de corta vida: Fotostato y Algo Pasa.

En 1981 apareció el Colectivo-3, formado por integrantes del anterior grupo socioestético El Colectivo. A su vez, miembros de los diversos grupos se aglutinaron en Solidarte, Solidaridad Internacional por Arte-Correo, que organizó la muestra “Desaparecidos políticos de nuestra América”, la cual obtuvo una mención honorífica en la 1ª Bienal de la Habana, Cuba, en 1984.

El Colectivo-3 desarrolló el proyecto del Poema Colectivo “Revolución”, con 350 artistas de 50 países, y el maratón de arte-correo “1984 en 1984: ¿qué futuro buscamos?”, para concluir sus actividades en 1985 como participante del Salón de Espacios Alternativos del INBA, con una muestra retrospectiva de sus proyectos de arte-correo bajo el título “POSTARTE: Registros”.
En los años posteriores fueron escasos los proyectos originados en México, entre ellos el de Jorge Pérez-Vega en la galería Frida Kahlo, así como la investigación y libro de Mauricio Guerrero publicado por la Universidad Autónoma Metropolitana (El arte correo en México. Origen y problemática en el periodo 1970 a 1984, México, 1990). Sin embargo, la participación individual mexicana ha seguido presente y se ha renovado con miembros de la nueva generación.




César Espinosa

Hacia 1985 se integró el equipo Núcleo Post-Arte para convocar a través de la red del arte-correo a la Primera Bienal Internacional de Poesía Visual y Experimental en México, que llegó a tener siete ediciones hasta 2001, que se puso en práctica dada la casi nula experiencia y práctica de dichos campos artísticos en el país. En dichas ediciones participó un promedio entre 150 y 300 autores de 40 países, una cincuentena de los cuales eran mexicanos.

Posterremoto, iniciadas a finales de 1985 y principios de 1986, las bienales de poesía visual y experimental han pretendido, en parte, implantar y difundir en el medio artístico mexicano la tradición y práctica del texto/acto sonorovisual poético –con antecedentes milenarios y expresiones en todos los movimientos de vanguardia del siglo XX–. Se buscaba, entonces, promover su despliegue ampliado y con ello su inserción en los diversos campos de exploración, autoanálisis, desconstrucción y experimentación de las poéticas y lenguajes artísticos que se practican en México durante el final y actual inicio de siglo y de milenio.

En los años 80, la bienal mexicana vino a revitalizar en Latinoamérica las prácticas de la experimentación visual poética. Los propios brasileños, que llevaron la avanzada a finales de los años 50 y los 60 –con la Poesía Concreta y el Poema Proceso–, intentaban una suerte de síntesis y se veían introvertidos, mientras en Europa y Estados Unidos la experimentación poética saltó de la hoja de papel a la acción corporal (performance y polipoesía), el video y los recursos de la alta tecnología: multimedia, láser (holograma), la computadora y el arte virtual.

Artistas que actúan continuamente en diversos países de Europa y América del Norte, como Enzo Minarelli y Fernando Aguiar, han destacado la importancia de la bienal mexicana observando que mientras los festivales europeos son más restringidos y se limitan a uno o dos aspectos, aquí se ha dado margen para desplegar el amplio abanico de la poesía experimental comprendiendo performance, polipoesía y poesía sonora, videopoesía, acciones callejeras con el público, las exposiciones de poesía gráfica/visual y concreta, coloquios teóricos y documentales y sesiones de danza y experimentación musical.

No obstante, ambas corrientes –arte correo y poesía visual– han afrontado la reticencia o franca hostilidad de las autoridades culturales, de los críticos y de los artistas plásticos y poetas profesionales; concitando mayor interés entre diseñadores gráficos y estudiantes y realizadores de diversas disciplinas de la comunicación, generalmente jóvenes. Su producción, como sucede prácticamente en toda Latinoamérica, se orienta a la crítica política y social, entrecruzando las condiciones de inmediatez y testimoniales del arte-correo con la búsqueda de rigor y renovación en los trabajos.



Miguel Angel Conona

Para concluir, es válido afirmar que en buena medida el arte-correo y la poesía visual son dos caras de una sola moneda. Si bien el arte-correo se define mayormente como una práctica de comunicación artística, ligada a situaciones inmediatas del originador y el destinatario, comparte el lenguaje de la imagen icónica que traspasa fronteras e idiomas, además de las técnicas de montaje, de contrainformación y expropiación de los mensajes de la comunicación masiva. También comparte el reciclado y la reelaboración de los trabajos, que son características de numerosas producciones de la poesía visiva, del poema/proceso y la poesía intersignos, así como el veto a la comercialización y la tendencia a la distribución (casi) gratuita.

Ambas corrientes han tenido un repunte internacional explosivo desde los años 60 y se desplegaron al parejo de las prácticas del llamado “posmodernismo”, vinculándose a muchas de ellas, como sucedió en la Bienal mexicana: happening y performance, ambientaciones, conceptualismo, minimalismo, arte pobre, corporal y geográfico, con computadora, video u holografía. Pero también reivindicaban el legado de las “vanguardias clásicas”, tanto para dirimir sus contradicciones como para recuperar sus programas de subversión y utopía, en el sentido que se llegó a definir como posmodernismo crítico o de resistencia.2

Con el final del siglo XX e inicios del nuevo siglo, en el marco de la operante globalización tecnológica, financiera y cultural en curso, se vive también el llamado declive de los paradigmas o las ideologías, lo que trae consigo una marcada despolitización de los pueblos y las nuevas generaciones. Aunque también presenciamos el repunte de posturas nacionalistas y brotes de fundamentalismos y neofundamentalismos que abren los escenarios para el terrorismo y la nueva “guerra preventiva” del renacido Big Brother George Bush II. Vivimos los tiempos de la guerra global: de la ultraderecha estadunidense contra el mundo entero.

En tal contexto crítico –de guerra permanente para el nuevo siglo–, es decisivo el papel a jugar por los sistemas de democratización y concientización en el terreno del arte y la cultura. Debe superarse el panfletismo y la retórica grandielocuente, pero es urgente que la gente conozca los hechos del neovandalismo ultratecnificado (recuérdese el Museo y la Biblioteca de Irak devastados y saqueados impunemente) por mecanismos distintos a los grandes medios de editar y predigerir las noticias y los acontecimientos según los dictados del Pentágono.

Ese es el papel a seguir por los circuitos que han creado los artistas mismos, como es el caso del arte correo y de muchos de los artificios de la nueva tecnología digital electrónica, generada en innumerables laboratorios de los propios artistas. Los preceptos básicos del arte-correo, que aparecieron al parejo del diseño de la red descentralizada del Internet y la supercarretera de la información, sin lugar a dudas deben ser retomados y circular ahora por las venas abiertas de la globalización, que finalmente no es monopolio exclusivo de los grandes financieros y estrategas neoliberales, sino un canal abierto para la voz del común de la gente y los artistas como sus voceros.

Abordar este panorama de crisis y emergencia –de bifurcación, vórtice y autopoiesis, en la tesitura de las teorías del caos y la complejidad– hará preciso avanzar a grandes marchas para una redefinición a fondo de las concepciones sobre el arte y la creatividad libre. No es hora de proseguir las viejas discusiones del vetusto mundo del arte: “galeros”, marchands, subastas y especulaciones, pertenecientes a una visión exclusivista que está quedando como una reliquia arqueológica para coleccionistas.

Habrá que diseñar las nuevas rutas, nuevas formas de pensar y proyecciones para el trabajo innovativo del espíritu en los tiempos de la robotización y de la información en implosión exponencial. De otra forma, se nos viene encima el tecnoterrorismo de una sola potencia y un solo pensamiento sobre el mundo en glaciación entrópica.